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Tuesday, 4 December 2012

Racismo y violencia en Brasil

el país
http://blogs.elpais.com/contrapuntos/2012/11/racismo-y-violencia-en-brasil.html


Racismo y violencia en Brasil

Por:  30 de noviembre de 2012
Uno de los mayores mitos sobre los que se ha fundado la construcción del Estado en Brasil, reside en la presunción de que la enorme diversidad de la sociedad brasileña se traduce en un trato cordial y generoso con sus ciudadanos, independientemente del color de su piel y su origen étnico. Desde este punto de vista, las múltiples inequidades existentes, tan evidentes como la diversidad de la nación, no pueden ser atribuidas a otro factor que a la persistencia de desigualdades de clase y no a estructurales procesos de discriminación racial o étnica. Así las cosas, Brasil es un país injusto, pero no racista; socialmente desigual, pero no segregacionista con los portadores de ciertos atributos que los transforman en racialmente discriminados.
Contra esta visión, que ha estado lejos de ser un patrimonio exclusivo de las derechas más conservadoras, se han levantado un significativo número de organizaciones, activistas e intelectuales, particularmente del movimiento negro, ya desde comienzos del siglo XX. Las disputas, sin embargo, no han sido siempre favorables a estos sectores que, durante décadas, debieron enfrentarse al “racismo cordial” como una ideología en apariencia inquebrantable y que ofusca las evidencias de profundos procesos de discriminación basados en el color de la piel o en el origen étnico de millones de brasileños y brasileñas, generalmente pobres o muy pobres. Poner en la agenda del debate público la existencia delracismo institucional, ha constituido uno de los mayores esfuerzos y logros de estos movimientos combativos y democráticos. Una aspiración que, durante la última década, se ha consolidado, dejando caer la máscara de una nación supuestamente tolerante y acogedora con todos sus hijos. El racismo ha estructurado el Brasil moderno, como lo hizo con el Brasil colonial e imperial.
Racismo y violencia 1
Sin lugar a dudas, los avances en la lucha contra el racismo en la sociedad brasileña han sido inmensos. Entre tanto, algunos procesos y mecanismos de discriminación racial y étnica sigue profundizándose en algunas esferas de la vida social, limitando los alcances de políticas públicas destinadas a combatirlos. Las tasas de homicidios y, particularmente, los homicidios en la población juvenil son una evidencia ineludible de esta tendencia. La violencia contra la población negra sigue siendo una de las marcas indelebles de un racismo que nunca tuvo nada de cordial. En el Brasil, la celebración de la diversidad y la convivencia pacífica entre las razas ha sido mucho más una coartada ideológica que la descripción etnográfica de una sociedad tolerante, pacífica y generosa con sus ciudadanos y ciudadanas. La muerte, como siempre, pone en evidencia nuestras fragilidades. La muerte, como siempre, desenmascara, revela, denuncia.
Por este motivo, los datos del nuevo Mapa de la Violencia, “A cor dos homícidios no Brasil”(El color de los homicidios en Brasil), constituyen una inexcusable señal de alerta y atención al conjunto de la sociedad brasileña y, particularmente, a los responsables de todos los ámbitos de la gestión pública. El estudio, coordinado por destacado investigador Julio Jacobo Waiselfisz y promovido por FLACSO BrasilCEBELA y la Secretaria de Promoción de Políticas de Igualdad Racial de la Presidencia de la República revela que, durante la última década, aún en el marco de progresivas acciones de lucha contra el racismo, los homicidios de la población blanca han disminuido tendencialmente, mientras que los de la población negra no han parado de crecer. De 10 asesinatos cometidos en Brasil, 6,5 tienen como víctimas a hombres o mujeres negras. En el año 2002 se habían cometido 18.867 homicidios entre la población blanca y 26.952 entre la población negra. En el 2010, los primeros habían disminuido a 14.047 (-25%), mientras que los segundos habían crecido a 34.983 (+30%). Una realidad que esconde enorme diferencias regionales. En efecto, en el Norte y el Nordeste brasileño, los homicidios en la población negra crecieron 125% y 97%, respectivamente. El Estado de Alagoas, por ejemplo, posee una tasa de 80,5 homicidios cada 100.000 habitantes entre la población negra. Un valor tres veces mayor que la tasa general de homicidios del país, situada en 27,4, y una de las más altas del mundo.
Los datos ganan mayor relevancia en su dimensión comparativa. Las tasas de homicidio cada 100.000 habitantes en algunos de los países más violentos del planeta son:
  • Malawi – 36,0
  • Zambia – 38,0
  • Costa de Marfil – 56,9
  • Jamaica – 52,2
  • Belize – 41,4
  • El Salvador – 69,2
  • Colombia – 33,4
  • Venezuela – 45,1
  • El Salvador – 69,2
  • Honduras – 91,6
En el año 2002, murieron asesinados en Brasil 65% más negros que blancos, en el año 2006, 91%, en el 2010, 132%. En el Estado de Paraíba, por cada persona blanca asesinada, mueren asesinados 19 negros. Un dato espeluznante si consideramos que fue justamente a partir del inicio del año 2000 que comenzaron a desarrollarse algunas de las más activas políticas antirracistas en el país. La lucha contra el racismo, que ha tenido efectos considerables en la legislación nacional y ha comenzado a generar cambios significativos en algunos campos, particularmente la educación y los medios de comunicación, en nada ha revertido la violencia homicida que en Brasil amenaza la vida de muchos ciudadanos, pero especialmente de la población negra e indígena. No deja de ser elocuente que esta espiral de violencia no sólo no se ha detenido, sino por el contrario, ha aumentado día tras día.
Jóvenes negras
Al mismo tiempo, aunque las tasas de homicidios son particularmente altas en toda la población juvenil, son significativamente más elevadas entre los jóvenes negros. Se comenten 31,9 asesinatos cada 100.000 habitantes entre los jóvenes blancos de 20 años y 89,3 entre los jóvenes negros de la misma edad. Durante los últimos ocho años, en Brasil han disminuido los asesinatos de jóvenes blancos en 33%, mientras que han aumentado 23,4% entre los jóvenes negros. En Maceio, capital del Estado de Alagoas, la tasa de homicidios entre los jóvenes negros es de 328,8, o sea, 12 veces más alta que la tasa de homicidios registrada en todo el país. Los datos no dejan de ser aterradores en otras capitales: João Pessoa (321,8), Vitória (274,2), Recife (199,1), Salvador (190,3) y Belém (163,8).
Existe hoy en Brasil un intenso debate acerca de cómo aumentar las oportunidades educativas de la población más pobre, especialmente, la de los jóvenes negros y de los indígenas. Un camino que debe ser profundizado y ampliado. Sin embargo, suponer que el aumento en el nivel educativo de la población más pobre disminuirá los índices de violencia contra y entre la población juvenil negra puede ser una perversa trampa que nos lleve a desconsiderar la urgente importancia de políticas de seguridad ciudadana que limiten la violencia policial contra las poblaciones más pobres, que generen mejores condiciones de vida y muchas más oportunidades en la población juvenil. Se trata de no reducir la atención a la juventud a las casi siempre ineficientes políticas de empleo o a deteriorados cursos de formación profesional basados en vanas promesas de ingreso exitoso a un mercado de trabajo que también es racista, sexista y discriminador. Oportunidades de acceso al deporte, a los bienes y a la producción cultural, al consumo, al derecho a vivir la juventud sin opresiones ni humillaciones de ninguna especie.
Hay aún un largo camino por recorrer en la lucha contra el racismo en Brasil. Sumar a más y más jóvenes a la necesaria movilización contra todas las formas de discriminación y exclusión es uno de los grandes desafíos políticos que deberemos enfrentar para que la diversidad y la igualdad tiñan con sus múltiples colores el horizonte de la justicia social.

Desde Río de Janeiro
Genocidio juventude negra

Saturday, 8 September 2012

Marilena Chauí rouba cena em debate: ‘classe média paulistana é sinistra’

pragmatismo político
http://www.pragmatismopolitico.com.br/2012/09/marilena-chaui-debate-ascensao-conservadora-sao-paulo.html



Marilena Chauí rouba cena em debate: ‘classe média paulistana é sinistra’

Postado em: 4 set 2012 às 7:51

Marilena Chauí e a classe média: ‘Como se o mundo tivesse posto em risco todos os seus valores’

A filósofa e professora Marilena Chauí foi uma das participantes do debate A Ascensão Conservadora em São Paulo. Abaixo, no vídeo, concorde-se ou não, vale a pena conferir a fala dela no evento
Na mesma semana, num evento em defesa da liberdade de expressão e por uma Ley de Medios, realizado no Sindicato dos Jornalistas de São Paulo, a professora Marilena Chauí fez outra palestra antológica, que você pode conferir textualmente abaixo.

I. Democracia e autoritarismo social

Estamos acostumados a aceitar a definição liberal da democracia como regime da lei e da ordem para a garantia das liberdades individuais.
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Visto que o pensamento e a prática liberais identificam a liberdade com a ausência de obstáculos à competição, essa definição da democracia significa, em primeiro lugar, que a liberdade se reduz à competição econômica da chamada “livre iniciativa” e à competição política entre partidos que disputam eleições; em segundo, que embora a democracia apareça justificada como “valor” ou como “bem”, é encarada, de fato, pelo critério da eficácia, medida no plano do poder executivo pela atividade de uma elite de técnicos competentes aos quais cabe a direção do Estado. A democracia é, assim, reduzida a um regime político eficaz, baseado na idéia de cidadania organizada em partidos políticos, e se manifesta no processo eleitoral de escolha dos representantes, na rotatividade dos governantes e nas soluções técnicas para os problemas econômicos e sociais.
marilena chauí usp classe média
Marilena Chauí. Foto: reprodução
Ora, há, na prática democrática e nas idéias democráticas, uma profundidade e uma verdade muito maiores e superiores ao que liberalismo percebe e deixa perceber.
Podemos, em traços breves e gerais, caracterizar a democracia ultrapassando a simples idéia de um regime político identificado à forma do governo, tomando-a como forma geral de uma sociedade e, assim, considerá-la:
1. forma sócio-política definida pelo princípio da isonomia ( igualdade dos cidadãos perante a lei) e da isegoria (direito de todos para expor em público suas opiniões, vê-las discutidas, aceitas ou recusadas em público), tendo como base a afirmação de que todos são iguais porque livres, isto é, ninguém está sob o poder de um outro porque todos obedecem às mesmas leis das quais todos são autores (autores diretamente, numa democracia participativa; indiretamente, numa democracia representativa). Donde o maior problema da democracia numa sociedade de classes ser o da manutenção de seus princípios – igualdade e liberdade – sob os efeitos da desigualdade real;
2. forma política na qual, ao contrário de todas as outras, o conflito é considerado legítimo e necessário, buscando mediações institucionais para que possa exprimir-se. A democracia não é o regime do consenso, mas do trabalho dos e sobre os conflitos. Donde uma outra dificuldade democrática nas sociedades de classes: como operar com os conflitos quando estes possuem a forma da contradição e não a da mera oposição?
3. forma sócio-política que busca enfrentar as dificuldades acima apontadas conciliando o princípio da igualdade e da liberdade e a existência real das desigualdades, bem como o princípio da legitimidade do conflito e a existência de contradições materiais introduzindo, para isso, a idéia dos direitos (econômicos, sociais, políticos e culturais). Graças aos direitos, os desiguais conquistam a igualdade, entrando no espaço político para reivindicar a participação nos direitos existentes e sobretudo para criar novos direitos. Estes são novos não simplesmente porque não existiam anteriormente, mas porque são diferentes daqueles que existem, uma vez que fazem surgir, como cidadãos, novos sujeitos políticos que os afirmaram e os fizeram ser reconhecidos por toda a sociedade.
4. graças à idéia e à prática da criação de direitos, a democracia não define a liberdade apenas pela ausência de obstáculos externos à ação, mas a define pela autonomia, isto é, pela capacidade dos sujeitos sociais e políticos darem a si mesmos suas próprias normas e regras de ação. Passa-se, portanto, de uma definição negativa da liberdade – o não obstáculo ou o não-constrangimento externo – a uma definição positiva – dar a si mesmo suas regras e normas de ação. A liberdade possibilita aos cidadãos instituir contra-poderes sociais por meio dos quais interferem diretamente no poder por meio de reivindicações e controle das ações estatais.
5. pela criação dos direitos, a democracia surge como o único regime político realmente aberto às mudanças temporais, uma vez que faz surgir o novo como parte de sua existência e, conseqüentemente, a temporalidade é constitutiva de seu modo de ser, de maneira que a democracia é a sociedade verdadeiramente histórica, isto é, aberta ao tempo, ao possível, às transformações e ao novo. Com efeito, pela criação de novos direitos e pela existência dos contra-poderes sociais, a sociedade democrática não está fixada numa forma para sempre determinada, pois não cessa de trabalhar suas divisões e diferenças internas, de orientar-se pela possibilidade objetiva de alterar-se pela própria práxis;
6. única forma sócio-política na qual o caráter popular do poder e das lutas tende a evidenciar-se nas sociedades de classes, na medida em que os direitos só ampliam seu alcance ou só surgem como novos pela ação das classes populares contra a cristalização jurídico-política que favorece a classe dominante. Em outras palavras, a marca da democracia moderna, permitindo sua passagem de democracia liberal á democracia social, encontra-se no fato de que somente as classes populares e os excluídos (as “minorias”) reivindicam direitos e criam novos direitos;
7. forma política na qual a distinção entre o poder e o governante é garantida não só pela presença de leis e pela divisão de várias esferas de autoridade, mas também pela existência das eleições, pois estas ( contrariamente do que afirma a ciência política) não significam mera “alternância no poder”, mas assinalam que o poder está sempre vazio, que seu detentor é a sociedade e que o governante apenas o ocupa por haver recebido um mandato temporário para isto. Em outras palavras, os sujeitos políticos não são simples votantes, mas eleitores. Eleger significa não só exercer o poder, mas manifestar a origem do poder, repondo o princípio afirmado pelos romanos quando inventaram a política: eleger é “dar a alguém aquilo que se possui, porque ninguém pode dar o que não tem”, isto é, eleger é afirmar-se soberano para escolher ocupantes temporários do governo.
Dizemos, então, que uma sociedade — e não um simples regime de governo — é democrática quando, além de eleições, partidos políticos, divisão dos três poderes da república, respeito à vontade da maioria e da minoria, institui algo mais profundo, que é condição do próprio regime político, ou seja, quando institui direitos e que essa instituição é uma criação social, de tal maneira que a atividade democrática social realiza-se como uma contra-poder social que determina, dirige, controla e modifica a ação estatal e o poder dos governantes.
Se esses são os principais traços da sociedade democrática, podemos avaliar as enormes dificuldades para instituir a democracia no Brasil. De fato, a sociedade brasileira é estruturalmente violenta, hierárquica, vertical, autoritária e oligárquica e o Estado é patrimonialista e cartorial, organizado segundo a lógica clientelista e burocrática. O clientelismo bloqueia a prática democrática da representação — o representante não é visto como portador de um mandato dos representados, mas como provedor de favores aos eleitores. A burocracia bloqueia a democratização do Estado porque não é uma organização do trabalho e sim uma forma de poder fundada em três princípios opostos aos democráticos: a hierarquia, oposta à igualdade; o segredo, oposto ao direito à informação; e a rotina de procedimentos, oposta à abertura temporal da ação política.
Além disso, social e economicamente nossa sociedade está polarizada entre a carência absoluta das camadas populares e o privilégio absoluto das camadas dominantes e dirigentes, bloqueando a instituição e a consolidação da democracia. Um privilégio é, por definição, algo particular que não pode generalizar-se nem universalizar-se sem deixar de ser privilégio. Uma carência é uma falta também particular ou específica que se exprime numa demanda também particular ou específica, não conseguindo generalizar-se nem universalizar-se. Um direito, ao contrário de carências e privilégios, não é particular e específico, mas geral e universal, seja porque é o mesmo e válido para todos os indivíduos, grupos e classes sociais, seja porque embora diferenciado é reconhecido por todos (como é caso dos chamados direitos das minorias). Assim, a polarização econômico-social entre a carência e o privilégio ergue-se como obstáculo à instituição de direitos, definidora da democracia.
A esses obstáculos, podemos acrescentar ainda aquele decorrente do neoliberalismo, qual seja o encolhimento do espaço público e o alargamento do espaço privado. Economicamente, trata-se da eliminação de direitos econômicos, sociais e políticos garantidos pelo poder público, em proveito dos interesses privados da classe dominante, isto é, em proveito do capital; a economia e a política neoliberais são a decisão de destinar os fundos públicos aos investimentos do capital e de cortar os investimentos públicos destinados aos direitos sociais, transformando-os em serviços definidos pela lógica do mercado, isto é, a privatização dos direitos transformados em serviços, privatização que aumenta a cisão social entre a carência e o privilégio, aumentando todas formas de exclusão. Politicamente o encolhimento do público e o alargamento do privado colocam em evidência o bloqueio a um direito democrático fundamental sem o qual a cidadania, entendida como participação social, política e cultural é impossível, qual seja, o direito à informação.

II. Os meios de comunicação como exercício de poder

Podemos focalizar o exercício do poder pelos meios de comunicação de massa sob dois aspectos principais: o econômico e o ideológico.
Do ponto de vista econômico, os meios de comunicação fazem parte da indústria cultural. Indústria porque são empresas privadas operando no mercado e que, hoje, sob a ação da chamada globalização, passa por profundas mudanças estruturais, “num processo nunca visto de fusões e aquisições, companhias globais ganharam posições de domínio na mídia.”, como diz o jornalista Caio Túlio Costa. Além da forte concentração (os oligopólios beiram o monopólio), também é significativa a presença, no setor das comunicações, de empresas que não tinham vínculos com ele nem tradição nessa área. O porte dos investimentos e a perspectiva de lucros jamais vistos levaram grupos proprietários de bancos, indústria metalúrgica, indústria elétrica e eletrônica, fabricantes de armamentos e aviões de combate, indústria de telecomunicações a adquirir, mundo afora, jornais, revistas, serviços de telefonia, rádios e televisões, portais de internet, satélites, etc..
No caso do Brasil, o poderio econômico dos meios é inseparável da forma oligárquica do poder do Estado, produzindo um dos fenômenos mais contrários à democracia, qual seja, o que Alberto Dines chamou de “coronelismo eletrônico”, isto é, a forma privatizada das concessões públicas de canais de rádio e televisão, concedidos a parlamentares e lobbies privados, de tal maneira que aqueles que deveriam fiscalizar as concessões públicas se tornam concessionários privados, apropriando-se de um bem público para manter privilégios, monopolizando a comunicação e a informação. Esse privilégio é um poder político que se ergue contra dois direitos democráticos essenciais: a isonomia (a igualdade perante a lei) e a isegoria (o direito à palavra ou o igual direito de todos de expressar-se em público e ter suas opiniões publicamente discutidas e avaliadas). Numa palavra, a cidadania democrática exige que os cidadãos estejam informados para que possam opinar e intervir politicamente e isso lhes é roubado pelo poder econômico dos meios de comunicação.
A isonomia e a isegoria são também ameaçadas e destruídas pelo poder ideológico dos meios de comunicação. De fato, do ponto de vista ideológico, a mídia exerce o poder sob a forma do denominamos a ideologia da competência, cuja peculiaridade está em seu modo de aparecer sob a forma anônima e impessoal do discurso do conhecimento, e cuja eficácia social, política e cultural está fundada na crença na racionalidade técnico-científica.
A ideologia da competência pode ser resumida da seguinte maneira: não é qualquer um que pode em qualquer lugar e em qualquer ocasião dizer qualquer coisa a qualquer outro. O discurso competente determina de antemão quem tem o direito de falar e quem deve ouvir, assim como pré-determina os lugares e as circunstâncias em que é permitido falar e ouvir, e define previamente a forma e o conteúdo do que deve ser dito e precisa ser ouvido. Essas distinções têm como fundamento uma distinção principal, aquela que divide socialmente os detentores de um saber ou de um conhecimento (científico, técnico, religioso, político, artístico), que podem falar e têm o direito de mandar e comandar, e os desprovidos de saber, que devem ouvir e obedecer. Numa palavra, a ideologia da competência institui a divisão social entre os competentes, que sabem e por isso mandam, e os incompetentes, que não sabem e por isso obedecem.
Enquanto discurso do conhecimento, essa ideologia opera com a figura do especialista. Os meios de comunicação não só se alimentam dessa figura, mas não cessam de institui-la como sujeito da comunicação. O especialista competente é aquele que, no rádio, na TV, na revista, no jornal ou no multimídia, divulga saberes, falando das últimas descobertas da ciência ou nos ensinando a agir, pensar, sentir e viver. O especialista competente nos ensina a bem fazer sexo, jardinagem, culinária, educação das crianças, decoração da casa, boas maneiras, uso de roupas apropriadas em horas e locais apropriados, como amar Jesus e ganhar o céu, meditação espiritual, como ter um corpo juvenil e saudável, como ganhar dinheiro e subir na vida. O principal especialista, porém, não se confunde com nenhum dos anteriores, mas é uma espécie de síntese, construída a partir das figuras precedentes: é aquele que explica e interpreta as notícias e os acontecimentos econômicos, sociais, políticos, culturais, religiosos e esportivos, aquele que devassa, eleva e rebaixa entrevistados, zomba, premia e pune calouros — em suma, o chamado “formador de opinião” e o “comunicador”.
Ideologicamente, o poder da comunicação de massa não é um simples inculcação de valores e idéias, pois, dizendo-nos o que devemos pensar, sentir, falar e fazer, o especialista, o formador de opinião e o comunicados nos dizem que nada sabemos e por isso seu poder se realiza como manipulação e intimidação social e cultural.
Um dos aspectos mais terríveis desse duplo poder dos meios de comunicação se manifesta nos procedimentos midiáticos de produção da culpa e condenação sumária dos indivíduos, por meio de um instrumento psicológico profundo: a suspeição, que pressupõe a presunção de culpa. Ao se referir ao período do Terror, durante a Revolução Francesa, Hegel considerou que uma de suas marcas essenciais é afirmar que, por princípio, todos são suspeitos e que os suspeitos são culpados antes de qualquer prova. Ao praticar o terror, a mídia fere dois direitos constitucionais democráticos, instituídos pela Declaração dos Direitos do Homem e do Cidadão, de 1789 (Revolução Francesa) e pela Declaração Universal dos Direitos Humanos, de 1948, quais sejam: a presunção de inocência (ninguém pode ser considerado culpado antes da prova da culpa) e a retratação pública dos atingidos por danos físicos, psíquicos e morais, isto é, atingidos pela infâmia, pela injúria e pela calúnia. É para assegurar esses dois direitos que as sociedades democráticas exigem leis para regulação dos meios de comunicação, pois essa regulação é condição da liberdade e da igualdade que definem a sociedade democrática.

III.

Faz parte da vida da grande maioria da população brasileira ser espectadora de um tipo de programa de televisão no qual a intimidade das pessoas é o objeto central do espetáculo: programas de auditório, de entrevistas e de debates com adultos, jovens e crianças contando suas preferências pessoais desde o sexo até o brinquedo, da culinária ao vestuário, da leitura à religiosidade, do ato de escrever ou encenar uma peça teatral, de compor uma música ou um balé até os hábitos de lazer e cuidados corporais.
As ondas sonoras do rádio e as transmissões televisivas tornam-se cada vez mais consultórios sentimental, sexual, gastronômico, geriátrico, ginecológico, culinário, de cuidados com o corpo (ginástica, cosméticos, vestuário, medicamentos), de jardinagem, carpintaria, bastidores da criação artística, literária e da vida doméstica. Há programas de entrevista no rádio e na televisão que ou simulam uma cena doméstica – um almoço, um jantar – ou se realizam nas casas dos entrevistados durante o café da manhã, o almoço ou o jantar, nos quais a casa é exibida, os hábitos cotidianos são descritos e comentados, álbuns de família ou a própria são mostrados ao vivo e em cores. Os entrevistados e debatedores, os competidores dos torneios de auditório, os que aparecem nos noticiários, todos são convidados e mesmo instados com vigor a que falem de suas preferências, indo desde sabores de sorvete até partidos políticos, desde livros e filmes até hábitos sociais. Não é casual que os noticiários, no rádio e na televisão, ao promoverem entrevistas em que a notícia é intercalada com a fala dos direta ou indiretamente envolvidos no fato, tenham sempre repórteres indagando a alguém: “o que você sentiu/sente com isso?” ou “o que você achou/acha disso?” ou “você gosta? não gosta disso?”. Não se pergunta aos entrevistados o que pensam ou o que julgam dos acontecimentos, mas o que sentem, o que acham, se lhes agrada ou desagrada.
Também tornou-se um hábito nacional jornais e revistas especializarem-se cada vez mais em telefonemas a “personalidades” indagando-lhes sobre o que estão lendo no momento, que filme foram ver na última semana, que roupa usam para dormir, qual a lembrança infantil mais querida que guardam na memória, que música preferiam aos 15 anos de idade, o que sentiram diante de uma catástrofe nuclear ou ecológica, ou diante de um genocídio ou de um resultado eleitoral, qual o sabor do sorvete preferido, qual o restaurante predileto, qual o perfume desejado. Os assuntos se equivalem, todos são questão de gosto ou preferência, todos se reduzem à igual banalidade do “gosto” ou “não gosto”, do “achei ótimo” ou “achei horrível”.
Todos esses fatos nos conduzem a uma conclusão: a mídia está imersa na cultura do narcisismo.
Como observa Christopher Lash, em A Cultura do Narcisismo, os mass media tornaram irrelevantes as categorias da verdade e da falsidade substituindo-as pelas noções de credibilidade ou plausibilidade e confiabilidade – para que algo seja aceito como real basta que apareça como crível ou plausível, ou como oferecido por alguém confiável Os fatos cedem lugar a declarações de “personalidades autorizadas”, que não transmitem informações, mas preferências e estas se convertem imediatamente em propaganda. Como escreve Lash, “sabendo que um público cultivado é ávido por fatos e cultiva a ilusão de estar bem informado, o propagandista moderno evita slogans grandiloqüentes e se atém a ‘fatos’, dando a ilusão de que a propaganda é informação”.
Qual a base de apoio da credibilidade e da confiabilidade? A resposta encontra-se num outro ponto comum aos programas de auditório, às entrevistas, aos debates, às indagações telefônicas de rádios, revistas e jornais, aos comerciais de propaganda. Trata-se do apelo à intimidade, à personalidade, à vida privada como suporte e garantia da ordem pública. Em outras palavras, os códigos da vida pública passam a ser determinados e definidos pelos códigos da vida privada, abolindo-se a diferença entre espaço público e espaço privado.
Assim, as relações interpessoais, as relações intersubjetivas e as relações grupais aparecem com a função de ocultar ou de dissimular as relações sociais enquanto sociais e as relações políticas enquanto políticas, uma vez que a marca das relações sociais e políticas é serem determinadas pelas instituições sociais e políticas, ou seja, são relações mediatas, diferentemente das relações pessoais, que são imediatas, isto é, definidas pelo relacionamento direto entre pessoas e por isso mesmo nelas os sentimentos, as emoções, as preferências e os gostos têm um papel decisivo. As relações sociais e políticas, que são mediações referentes a interesses e a direitos regulados pelas instituições, pela divisão social das classes e pela separação entre o social e o poder político, perdem sua especificidade e passam a operar sob a aparência da vida privada, portanto, referidas a preferências, sentimentos, emoções, gostos, agrado e aversão.
Não é casual, mas uma conseqüência necessária dessa privatização do social e do político, a destruição de uma categoria essencial das democracias, qual seja a da opinião pública. Esta, em seus inícios (desde a Revolução Francesa de 1789), era definida como a expressão, no espaço público, de uma reflexão individual ou coletiva sobre uma questão controvertida e concernente ao interesse ou ao direito de uma classe social, de um grupo ou mesmo da maioria. A opinião pública era um juízo emitido em público sobre uma questão relativa à vida política, era uma reflexão feita em público e por isso definia-se como uso público da razão e como direito à liberdade de pensamento e de expressão.
É sintomático que, hoje, se fale em “sondagem de opinião”. Com efeito, a palavra sondagem indica que não se procura a expressão pública racional de interesses ou direitos e sim que se vai buscar um fundo silencioso, um fundo não formulado e não refletido, isto é, que se procura fazer vir à tona o não-pensado, que existe sob a forma de sentimentos e emoções, de preferências, gostos, aversões e predileções, como se os fatos e os acontecimentos da vida social e política pudessem vir a se exprimir pelos sentimentos pessoais. Em lugar de opinião pública, tem-se a manifestação pública de sentimentos.
Nada mais constrangedor e, ao mesmo tempo, nada mais esclarecedor do que os instantes em que o noticiário coloca nas ondas sonoras ou na tela os participantes de um acontecimento falando de seus sentimentos, enquanto locutores explicam e interpretam o que se passa, como se os participantes fossem incapazes de pensar e de emitir juízo sobre aquilo de que foram testemunhas diretas e partes envolvidas. Constrangedor, porque o rádio e a televisão declaram tacitamente a incompetência dos participantes e envolvidos para compreender e explicar fatos e acontecimentos de que são protagonistas.
Esclarecedor, porque esse procedimento permite, no instante mesmo em que se dão, criar a versão do fato e do acontecimento como se fossem o próprio fato e o próprio acontecimento. Assim, uma partilha é claramente estabelecida: os participantes “sentem”, portanto, não sabem nem compreendem (não pensam); em contrapartida, o locutor pensa, portanto, sabe e, graças ao seu saber, explica o acontecimento.
É possível perceber três deslocamentos sofridos pela idéia e prática da opinião pública: o primeiro, como salientamos, é a substituição da idéia de uso público da razão para exprimir interesses e direitos de um indivíduo, um grupo ou uma classe social pela idéia de expressão em público de sentimentos, emoções, gostos e preferências individuais; o segundo, como também observamos, é a substituição do direito de cada um e de todos de opinar em público pelo poder de alguns para exercer esse direito, surgindo, assim, a curiosa expressão “formador de opinião”, aplicada a intelectuais, artistas e jornalistas; o terceiro, que ainda não havíamos mencionado, decorre de uma mudança na relação entre s vários meios de comunicação sob os efeitos das tecnologias eletrônica e digital e da formação de oligopólios midiáticos globalizados (alguns autores afirmam que o século XXI começou com a existência de 10 ou 12 conglomerados de mass media de alcance global).
Esse terceiro deslocamento se refere à forma de ocupação do espaço da opinião pública pelos profissionais dos meios de comunicação. Esses deslocamentos explicam algo curioso, ocorrido durante as sondagens de intenção de voto nas eleições presidenciais de 2006: diante dos resultados, uma jornalista do jornal O Globo escreveu que o povo estava contra a opinião pública!
O caso mais interessante é, sem dúvida, o do jornalismo impresso. Em tempos passados, cabia aos jornais a tarefa noticiosa e um jornal era fundamentalmente um órgão de notícias. Sem dúvida, um jornal possuía opiniões e as exprimia: isso era feito, de um lado, pelos editorais e por artigos de não-jornalistas, e, de outro, pelo modo de apresentação da notícia (escolha das manchetes e do “olho”, determinação da página em que deveria aparecer e na vizinhança de quais outras, do tamanho do texto, da presença ou ausência de fotos, etc.). Ora, com os meios eletrônicos e digitais e a televisão, os fatos tendem a ser noticiados enquanto estão ocorrendo, de maneira que a função noticiosa do jornal é prejudicada, pois a notícia impressa é posterior à sua transmissão pelos meios eletrônicos e pela televisão. Ou na linguagem mais costumeira dos meios de comunicação: no mercado de notícias, o jornalismo impresso vem perdendo competitividade (alguns chamam a isso de progresso; outros, de racionalidade inexorável do mercado!).
O resultado dessa situação foi duplo: de um lado, a notícia é apresentada de forma mínima, rápida e, freqüentemente, inexata – o modelo conhecido como News Letter – e, de outro, deu-se a passagem gradual do jornal como órgão de notícias a órgão de opinião, ou seja, os jornalistas comentam e interpretam as notícias, opinando sobre elas. Gradualmente desaparece uma figura essencial do jornalismo: o jornalismo investigativo, que cede lugar ao jornalismo assertivo ou opinativo. Os jornalista passam, assim, o ocupar o lugar que, tradicionalmente, cabia a grupos e classes sociais e a partidos políticos e, além disso, sua opinião não fica restrita ao meio impresso, mas passa a servir como material para os noticiários de rádio e televisão, ou seja, nesses noticiários, a notícia é interpretada e avaliada graças à referência às colunas dos jornais.
Os deslocamentos mencionados e, particularmente, este último, têm conseqüências graves sob dois aspectos principais:
1) uma vez que o jornalista concentra poderes e forma a opinião pública, pode sentir-se tentado a ir além disso e criar a própria realidade, isto é, sua opinião passa a ter o valor de um fato e a ser tomada como um acontecimento real;
2) os efeitos da concentração do poder econômico midiático. Os meios de comunicação tradicionais (jornal, rádio, cinema, televisão) sempre foram propriedade privada de indivíduos e grupos, não podendo deixar de exprimir seus interesses particulares ou privados, ainda que isso sempre tenha imposto problemas e limitações à liberdade de expressão, que fundamenta a idéia de opinião pública. Hoje, porém, os conglomerados de alcance global controlam não só os meios tradicionais, mas também os novos meios eletrônicos e digitais, e avaliam em termos de custo-benefício as vantagens e desvantagens do jornalismo escrito ou da imprensa, podendo liquidá-la, se não acompanhar os ares do tempo.
Esses dois aspectos incidem diretamente sobre a transformação da verdade e da falsidade em questão de credibilidade e plausibilidade. Rápido, barato, inexato, partidarista, mescla de informações aleatoriamente obtidas e pouco confiáveis, não investigativo, opinativo ou assertivo, detentor da credibilidade e da plausibilidade, o jornalismo se tornou protagonista da destruição da opinião pública.
De fato, a desinformação é o principal resultado da maioria dos noticiários nos jornais, no rádio e na televisão, pois, de modo geral, as notícias são apresentadas de maneira a impedir que se possa localizá-la no espaço e no tempo.
Ausência de referência espacial ou atopia: as diferenças próprias do espaço percebido (perto, longe, alto, baixo, grande, pequeno) são apagadas; o aparelho de rádio e a tela da televisão tornam-se o único espaço real. As distâncias e proximidades, as diferenças geográficas e territoriais são ignoradas, de tal modo que algo acontecido na China, na Índia, nos Estados Unidos ou em Campina Grande apareça igualmente próximo e igualmente distante.
Ausência de referência temporal ou acronia: os acontecimentos são relatados como se não tivessem causas passadas nem efeitos futuros; surgem como pontos puramente atuais ou presentes, sem continuidade no tempo, sem origem e sem conseqüências; existem enquanto forem objetos de transmissão e deixam de existir se não forem transmitidos. Têm a existência de um espetáculo e só permanecem na consciência dos ouvintes e espectadores enquanto permanecer o espetáculo de sua transmissão.

Como operam efetivamente os noticiários?

Em primeiro lugar, estabelecem diferenças no conteúdo e na forma das notícias de acordo com o horário da transmissão e o público, rumando para o sensacionalismo e o popularesco nos noticiários diurnos e do início da noite e buscando sofisticação e aumento de fatos nos noticiários de fim de noite. Em segundo, por seleção das notícias, omitindo aquelas que possam desagradar o patrocinador ou os poderes estabelecidos. Em terceiro, pela construção deliberada e sistemática de uma ordem apaziguadora: em seqüência, apresentam, no início, notícias locais, com ênfase nas ocorrências policiais, sinalizando o sentimento de perigo; a seguir, entram as notícias regionais, com ênfase em crises e conflitos políticos e sociais, sinalizando novamente o perigo; passam às notícias internacionais, com ênfase em guerras e cataclismos (maremoto, terremoto, enchentes, furacões), ainda uma vez sinalizando perigo; mas concluem com as notícias nacionais, enfatizando as idéias de ordem e segurança, encarregadas de desfazer o medo produzido pelas demais notícias. E, nos finais de semana, terminam com notícias de eventos artísticos ou sobre animais (nascimento de um ursinho, fuga e retorno de um animal em cativeiro, proteção a espécies ameaçadas de extinção), de maneira a produzir o sentimento de bem-estar no espectador pacificado, sabedor de que, apesar dos pesares, o mundo vai bem, obrigado.
Paradoxalmente, rádio e televisão podem oferecer-nos o mundo inteiro num instante, mas o fazem de tal maneira que o mundo real desaparece, restando apenas retalhos fragmentados de uma realidade desprovida de raiz no espaço e no tempo. Como desconhecemos as determinações econômico-territoriais (geográficas, geopolíticas, etc.) e como ignoramos os antecedentes temporais e as conseqüências dos fatos noticiados, não podemos compreender seu verdadeiro significado. Essa situação se agrava com a TV a cabo, com emissoras dedicadas exclusivamente a notícias, durante 24 horas, colocando num mesmo espaço e num mesmo tempo (ou seja, na tela) informações de procedência, conteúdo e significado completamente diferentes, mas que se tornam homogêneas pelo modo de sua transmissão. O paradoxo está em que há uma verdadeira saturação de informação, mas, ao fim, nada sabemos, depois de termos tido a ilusão de que fomos informados sobre tudo.
Se não dispomos de recursos que nos permitam avaliar a realidade e a veracidade das imagens transmitidas, somos persuadidos de que efetivamente vemos o mundo quando vemos a TV ou quando navegamos pela internet. Entretanto, como o que vemos são as imagens escolhidas, selecionadas, editadas, comentadas e interpretadas pelo transmissor das notícias, então é preciso reconhecer que a TV é o mundo ou que a internet é o mundo.
A multimídia potencializa o fenômeno da indistinção entre as mensagens e entre os conteúdos. Como todas as mensagens estão integradas num mesmo padrão cognitivo e sensorial, uma vez que educação, notícias e espetáculos são fornecidos pelo mesmo meio, os conteúdos se misturam e se tornam indiscerníveis. No sistema de comunicação multimídia a própria realidade fica totalmente imersa em uma composição de imagens virtuais num mundo irreal, no qual as aparências não apenas se encontram na tela comunicadora da experiência, mas se transformam em experiência. Todas as mensagens de todos os tipos são incluídas no meio por que fica tão abrangente, tão diversificado, tão maleável, que absorve no mesmo texto ou no mesmo espaço/tempo toda a experiência humana, passada, presente e futura, como num ponto único do universo.
Se, portanto, levarmos em consideração o monopólio da informação pelas empresas de comunicação de massa, podemos considerar, do ponto de vista da ação política, as redes sociais como ação democratizadora tanto por quebrar esse monopólio, assegurando a produção e a circulação livres da informação, como também por promover acontecimentos políticos de afirmação do direito democrático à participação. No entanto, os usuários das redes sociais não possuem autonomia em sua ação e isto sob dois aspectos: em primeiro lugar, não possuem o domínio tecnológico da ferramenta que empregam e, em segundo, não detêm qualquer poder sobre a ferramenta empregada, pois este poder é uma estrutura altamente concentrada, a Internet Protocol, com dez servidores nos Estados Unidos e dois no Japão, nos quais estão alojados todos os endereços eletrônicos mundiais, de maneira que, se tais servidores decidirem se desligar, desaparece toda a internet; além disso, a gerência da internet é feita por uma empresa norte-americana em articulação com o Departamento de Comércio dos Estados Unidos, isto é, gere o cadastro da internet mundial. Assim, sob o aspecto maravilhosamente criativo e anárquico das redes sociais em ação política ocultam-se o controle e a vigilância sobre seus usuários em escala planetária, isto é, sobre toda a massa de informação do planeta.
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Na perspectiva da democracia, a questão que se coloca, portanto, é saber quem detêm o controle dessa massa cósmica de informações. Ou seja, o problema é saber quem tem a gestão de toda a massa de informações que controla a sociedade, quem utiliza essas informações, como e para que as utiliza, sobretudo quando se leva em consideração um fato técnico, que define a operação da informática, qual seja, a concentração e centralização da informação, pois tecnicamente, os sistemas informáticos operam em rede, isto é, com a centralização dos dados e a produção de novos dados pela combinação dos já coletados.
Texto: Marilena Chauí. Edição, Pragmatismo Político e Viomundo

Wednesday, 5 September 2012

Racismo é perverso’, diz a primeira Doutora Quilombola do Brasil

observatório quilombola
http://www.koinonia.org.br/oq/noticias_detalhes.asp?cod_noticia=11801&tit=Not%C3%ADcias


 Racismo é perverso’, diz a primeira Doutora Quilombola do Brasil

Data: 4/9/2012

 A primeira doutora quilombola do Brasil acaba de tirar o título, na área de Educação, na Universidade Federal do Paraná (UFPR). Edimara Gonçalves Soares, professora da rede estadual de ensino, defendeu a tese “Educação escolar quilombola: quando a política pública diferenciada é indiferente” na terça-feira (28). Formada em Geografia pela Universidade Federal de Santa Maria (UFSM), no Rio Grande do Sul, Edimara Soares nasceu e viveu até os 15 anos em uma comunidade quilombola, criada pelos bisavós dela, em Formigueiro, a 68 quilômetros de Santa Maria. A comunidade não tem nome e é formada por aproximadamente 60 famílias, que vivem do que plantam e criam.
Sempre crítica à escolarização dos remanescentes de quilombos, que são comunidades mais afastadas criadas por escravos que fugiram dos senhores de engenho, na época do Brasil Colonial, os sentimentos da nova doutora se confundem. “Eu tenho orgulho, sim. Mas é um orgulho que me faz refletir sobre o quanto a desigualdade, o preconceito, o racismo institucional são fenômenos perversos e que não são reconhecidos, dado o mito da democracia racial. Nós vivemos em um país da diversidade racial, que nós somos todos iguais… Só que nessas diversidades, as desigualdades não são reconhecidas, são dissolvidas”, refletiu Edimara Soares.

Para a professora, o título tem valor simbólico e concreto para o grupo que ela pertence. “O fato de escrever uma tese sobre a educação escolar quilombola, a partir de alguém que é quilombola, que é sujeito desta história, tem um significado singular de representação. Não é um estrangeiro dizendo como que é um quilombola, o que ele tem que fazer, como ele deveria ser. Não é o sujeito de fora narrando os nativos. É alguém de dentro do grupo que conta a sua própria trajetória e ao contar essa história, conta também a trajetória de muitos estudantes de muitas pessoas quilombolas”, explicou entusiasmada.
Edimara acredita que a dificuldade que ela teve que enfrentar para ter acesso à escola é a mesma vivida pelas atuais crianças que vivem em quilombos. Ela lembrou que precisava acordar às 4h30, caminhava em torno de uma hora até o ponto onde pegava o ônibus.
Ela contou ainda que, em casa, precisava colher bambu e fazer uma fogueira para iluminar livros e cadernos. “A gente não tinha luz elétrica, eu estudava com fogo de chão. Não podia ficar gastando vela ou querosene dos lampiões, porque a gente não tinha também dinheiro para comprar. Toda a trajetória de estudo é marcada por muita luta, muito sacrifício, por muita garra e determinação”. Ela confessou que nas Exatas não ia muito bem e por isso precisava estudar mais. Por outro lado, nas Humanas “era tranquilo”. Foi com a ajuda de uma família de Santa Maria que conseguiu completar o Ensino Médio e ingressar na universidade.
Edimara recordou que foi uma visita do colégio onde estudava à feira de cursos da UFSM que a fez decidir que queria entrar na universidade.  “No segundo ano do Ensino Médio eu tinha um norte. Queria entrar ali”.

Depois de desenvolver uma tese de doutorado, Edimara lamenta ao perceber que os obstáculos são praticamente os mesmos. “A minha história, quanto estudante negra quilombola, é semelhante e, em certas situações, idêntica à história de muitas crianças quilombolas que estão em fase escolar”, afirmou.
Segundo Edimara, as dificuldades são quase intransponíveis. “Às vezes não tem um número significativo [de alunos] para manter a escola, daí esta escola é fechada e essas crianças são enviadas para outro estabelecimento de ensino, distante da comunidade”, exemplificou. Para a professora, isso mostra que as nossas crianças quilombolas, até hoje, não tiveram ainda acesso a educação da forma que lhes é de direito. Ela pontuou ainda que normalmente essas crianças têm um período para estudar, porque chega um momento que deixam de ir ao colégio para trabalhar, para sobreviver.
Este e outros acontecimentos da rotina escolar das comunidades quilombolas do estado foram abordados e analisados na tese de Edimara, sob orientação da professora doutora Tânia Maria Baibich.
Ainda que o Paraná tenha sido pioneiro na aplicação de medidas específicas para este público, com o Departamento de Diversidade e o Núcleo de Educação das Relações Etnicorraciais e Afrodescendência (NEREA), ambos da Secretaria Estadual de Educação, a ação foi “inócua a despeito de todo o investimento e esforço que foi feito”.
Isso significa, como explicou a professora, que não se atingiu plenamente os objetivos inerentes à lei federal de 2003 que tornou obrigatório o ensino da História e Cultura Afro-Brasileira. Havia também o intuito de que os professores articulassem os conhecimentos tradicionais das comunidades quilombolas com o currículo escolar. “Esse é o princípio fundante da educação escolar quilombola”, destacou.
No estado, existem 42 escolas que atendem comunidades quilombolas, divididas em 11 municípios. Contudo, para que a lei fosse de fato cumprida, de acordo com Edimara, tópicos essenciais não foram considerados.
“Faltou uma articulação, efetiva, com as universidades, com as instituições formadoras. Faltou uma parceria com as comunidades quilombolas e também houve uma ausência de ações pedagógicas, de maneira sistemática e permanente, com os professores, no interior destas escolas. As ações foram pontuais, não foram ações sistemáticas”, explicou.  Para ela também faltaram investimentos em infraestrutura e em aspectos administrativos, inclusive, recursos financeiros. “É a fartura da falta. Faltam muitas coisas na dimensão de infraestrutura”, complementou.

Edimara reforçou que a universidade não prepara os acadêmicos, futuros professores, para trabalhar questões etnicorraciais e de diversidade. A doutora é clara ao dizer que os docentes não podem ser culpados pela falha na aplicação da proposta da Secretaria de Educação.
“Ninguém ensina, o que não sabe. Eles, nós não tivemos acesso a esses conhecimentos na formação inicial, enquanto professores, porque somos produtos de uma educação eurocêntrica, de um currículo monocultural, e não foram dadas as condições necessárias”.
Para que se vislumbre um cenário mais adequado na educação quilombola, Edimara sugere a resolução das problemáticas identificadas e a necessidade de se reconhecer que existe o racismo. “Eu preciso reconhecer a existência deste fenômeno, criar mecanismo para combatê-lo, porque ele está presente de forma muito contundente nas escolas dentro das comunidades quilombolas e nas escolas fora”, assegurou. Ela cita ainda aumento de verbas para aquisição de material e para formação dos docentes.
“Não é algo que vai ser de hoje para amanhã, demanda todo um esforço, uma vontade política e de investimento financeiro”, destacou.
As ações afirmativas
Edimara se diz favorável à lei sancionada na quarta-feira (29) pela presidente Dilma Rousseff que determina o sistema de cotas sociais nas universidades federais. De acordo com a lei, metade das vagas oferecidas é de ampla concorrência, já a outra metade será reservada por critério de cor, rede de ensino e renda familiar. As universidades terão quatro anos para se adaptarem. Atualmente, não existe cota social em 27 das 59 universidades federais. Além disso, apenas 25 delas possuem reserva de vagas ou sistema de bonificação para estudantes negros, pardos e indígenas.
“O fato de eu ser a primeira doutora quilombola do país mostra o quanto nosso país precisa investir no combate às desigualdades sociais. Ainda existe um abismo, principalmente, nas questões relacionadas a educação, ainda que os governos estadual e federal venham investindo em políticas afirmativas e inclusivas”, afirmou.
Edimara acrescentou que esta desigualdade é histórica e acumulada, desde 1888 quando foi abolida a escravidão no Brasil. “A liberdade veio, porém, sem medidas para integrar a população negra, sem que possibilitasse acesso social e educacional”, disse Edimara. Na avaliação dela, as cotas vêm para promover a igualdade de oportunidade.
“O objetivo maior da política afirmativa é combater e, possivelmente, eliminar o lastro de desigualdades sociais. Se tu fores fazer uma radiografia das pessoas que hoje estão nos cursos de mais prestigio na universidade, como Medicina, Arquitetura, Engenharia, Direito, dificilmente tu vais encontrar, na mesma proporção, negros e brancos”, argumentou.




Fonte: G1 PR

Tuesday, 4 September 2012

O Ódio no Brasil – Leandro Karnal

cpfl cultura
http://www.cpflcultura.com.br/2011/09/24/o-odio-no-brasil-leandro-karnal-2/


O Ódio no Brasil – Leandro Karnal

O que na história e no cotidiano do Brasil nos leva ao ódio e à violência? É possível sempre “amar o povo” (entendido como uma “multidão”), mesmo sendo invasivo, grosseiro, violento em suas manifestações históricas? Índio, negro e europeu: a “alma brasileira” detesta a si mesma? Apenas a fome leva o homem ao gosto pelo mal?
Palestra da série As Razões do Ódio, de Luiz Felipe Pondé.
Gravada no dia 23 de setembro de 2011 em Campinas.